Fallas en la investigación posaborto


Fallas en la investigación posaborto

Después del aborto

La complejidad y distorsiones en la investigación posaborto

David C. Reardon, Ph.D.

El aborto inducido es la intervención quirúrgica o médica en un embarazo con el fin de causar la muerte del embrión o feto. (Si el procedimiento resulta en un nacimiento vivo, el resultado es un parto antes de término, no un aborto). Entonces cada aborto es una muerte iatrogénica. Cada mujer después de un aborto sufre una verdadera experiencia de muerte, la muerte de su hijo.

El duelo es una consecuencia natural de la muerte. La actual literatura de obstetricia y psiquiatría abunda en artículos de duelo después de la muerte perinatal –muerte como resultado de un aborto espontáneo, nacimiento prematuro, parto en el que nace el niño muerto y síndrome de muerte infantil súbita. Sin embargo, recién en los últimos años la profesión médica ha comenzado a comprender que después de la pérdida perinatal puede haber una reacción de duelo similar a la pérdida de un hijo mayor o un adulto como se ilustra en la siguiente declaración en Clínicas de Obstetricia y Ginecología. “Puedo afirmar con mayor seguridad que las parejas que pierden embarazos tempranos en forma repetida, con o sin motivo, lloran la muerte de manera tan intensa como aquellas personas que lloran pérdidas en embarazos más avanzados o pérdidas de niños nacidos vivos. Sin embargo, su dolor no puede verse, ya que la sociedad, la familia, los amigos, la prensa o el clero no los apoyan o no están capacitados para apoyarlos. Su dolor es muy real y si no se lo trata finalmente pueden sentirlo como aberrante, no natural e incluso no saludable”.(1)

Las unidades obstétricas de los hospitales han creado equipos de médicos, enfermeros y trabajadores sociales para ayudar a los padres a hacerle frente a la muerte perinatal y los problemas de duelo, ira y culpa que ocasiona. La edición de septiembre de 1990 del British Journal of Obstetrics and Gynecology afirma: “Las maneras de ayudar a los padres a enfrentar sus pérdidas se recomiendan y han reducido la frecuencia de perturbaciones emocionales prolongadas y de reacciones anormales en el duelo… Se han identificado formas de facilitar el proceso de duelo. Estas incluyen ver y sostener al bebé muerto, ponerle un nombre y sacar fotos; todo esto ayuda a hacer que la situación sea real y a crear recuerdos. Es difícil hacer un duelo cuando no existen recuerdos de la persona”.(2)

Además del 20 a 30 por ciento de embarazos que se cree que terminan en abortos espontáneos en este país, ahora hay un aborto electivo por cada tres nacimientos vivos.(3) Crecen las pruebas de que las reacciones ante la pérdida de un hijo por un aborto inducido es parte del mismo espectro del duelo. En una columna en el Lancet (2 de marzo de 1991) titulada: “¿Cuándo es un feto un bebé muerto?”, el autor reconoce el duelo que acontece después de la pérdida temprana de un embarazo independientemente de su causa: “No hay duda que la profesión, guiada por la sociedad, con más facilidad acepta que el aborto espontáneo, la terminación, el nacimiento de un bebé muerto y la muerte neonatal se encuentra en el espectro del mismo duelo. … ¿Por qué es la muerte de un bebé una zona única de duelo? Tal vez sea porque para los padres, y para la madre en particular, se ha perdido un potencial desconocido.(4) Con un resultado de muerte fetal en la mitad de todos los embarazos, nuestra sociedad enfrenta una epidemia potencial de un dolor invisible y un duelo patológico.

El duelo después de un aborto inducido es por lo general más profundo y demorado que el duelo después de otras pérdidas perinatales. El duelo después de un aborto no espontáneo es exclusivamente doloroso porque en gran medida está oculto. El dolor de la mujer después de un aborto no está reconocido por la sociedad porque la realidad de la muerte de su hijo no está reconocida. Con el fin de que ella dé su consentimiento para el aborto, se le ha dicho que el procedimiento removerá un “pedazo de tejido”, un “producto de la concepción” o un “pre embrión”. Se le asegura que “se resolverá su problema” y que podrá “seguir con su vida” como si nada importante hubiera pasado.

Sin embargo, la mujer embarazada sabe por los cambios en su cuerpo que algo muy importante le está sucediendo: la menstruación se detuvo, los senos se están agrandando, se siente descompuesta por la mañana (o durante todo el día) y sabe que el proceso que ha comenzado en ella más probablemente resulte en el nacimiento de un bebé en un tiempo de nueve meses, si se le permite seguir su curso. Conoce la fecha probable de parto y por lo general a pensado en un nombre para su bebé ya que ha comenzado a imaginarse al bebé como sería al nacer (El vínculo afectivo comienza muy temprano en el embarazo). Todos estos sentimientos y fantasías sobre su embarazo tienen que negarse para realizarse un aborto. ¡A la mujer embarazada se le pide que niegue el hecho de que está gestando a un hijo!

La sociedad no le ofrece apoyo en el duelo. Toma la decisión de realizarse un aborto con mucha rapidez sin tiempo para la reflexión calma o para buscar ayuda.  Por lo general, todo el proceso se mantiene en secreto de su familia y amigos y colegas profesionales, y a menudo incluso del padre de su hijo. Las clínicas de aborto no ofrecen un “Equipo de pérdida perinatal” para ayudarla a sobrellevar sus sentimientos confusos y tal vez abrumadores. Por lo general está sola, sin su pareja durante el procedimiento. No puede abrazar a su hijo muerto, no hay fotos, ni funeral, ni entierro, ni tumba para visitar, ni consuelo por parte de amigos, ni familiares ni sacerdotes. Sus únicos recuerdos son de un procedimiento apresurado y doloroso, y de sus esfuerzos para convencerse de que lo que le dijo su “consejero de aborto” era cierto.  Los mecanismos psicológicos de defensa de negación y represión entran en funcionamiento en forma masiva cuando se va de la clínica. No resulta sorprendente entonces que la investigación con “encuestas de salida” y estudios de los días, semanas y meses inmediatamente posteriores al aborto concluyen que las mujeres se sienten aliviadas y aducen no tener ningún efecto secundario psicológico posterior del aborto a elección. Cuando el dolor y el sangrado le recuerdan del ataque físico en su cuerpo o cuando los cambios endocrinos repentinos y no naturales le causan inestabilidad emocional, la sociedad continúa esperando que ella actúe como si nada hubiera pasado. Sus intentos de cumplir con esas expectativas causan muchos problemas personales. Tal vez comience a consumir alcohol o pastillas para dormir para lidiar con las pesadillas y sus sentimientos de dolor y culpa; tal vez realice actividades intensas: trabajo o estudio o intentos de reparar relaciones íntimas o crear nuevas. Cuando la tristeza, el dolor, el vacío y la soledad la abruman, se reprende a sí misma por no “sentirse bien” según se espera de ella.

Las mujeres que han escogido abortar son presas a menudo del pensamiento obsesivo: “¡Maté a mi bebé!”. Se sienten solas no solo para enfrentar la pérdida del hijo que nunca conocerán, sino que también la responsabilidad personal en la muerte de su hijo. Su culpa no es meramente subjetiva ni neurótica, es objetiva y real. Los recuerdos están por todos lados: la fecha esperada de parto, los niños de la misma edad de la que tendrían sus hijos, una consulta al ginecólogo, el sonido de la copa de succión en el consultorio del dentista, un bebé en un anuncio televisivo, un nuevo nacimiento, otra experiencia de muerte. Cada una de estas situaciones puede resultar en un avance de culpa, dolor, ira e incluso desesperación. Este ciclo por lo general continúa durante muchos meses o años antes que se encuentre la ayuda apropiada porque hasta hace poco los profesionales de la salud mental no reconocían los muchos rostros del duelo posaborto.

Dolor por la muerte de un ser querido sin complicaciones (Duelo normal)

El duelo es la experiencia subjetiva que viene después de la muerte de un ser querido. Los psiquiatras coinciden que el periodo de duelo después de una pérdida importante continúa normalmente durante al menos un años después de la muerte, y que si la “labor del duelo” no se realiza en forma apropiada, el dolor no resuelto puede producir diversos síntomas psicológicos y psicosomáticos con el tiempo.

Horowitz divide el duelo normal en cuatro etapas:

1. CLAMOR que ocurre inmediatamente después de la muerte cuando puede haber una expresión intensa de emociones y un inmediato recurrir a los demás para pedir ayuda y consuelo.

2. FASE DE NEGACIÓN durante la cual la persona que está de luto puede evitar los recuerdos del muerto, y enfocar la atención en otras cosas y durante el cual puede ocurrir un entumecimiento o embotamiento de las emociones.

3. FASE DE INTRUSIÓN durante la cual se hacen frecuentes los recuerdos del fallecido, que incluyen sueños feos y preocupaciones durante el día que pueden interferir con la concentración en otras tareas.

4. BÚSQUEDA DE SOLUCIÓN durante la cual la persona que está de luto comienza a tener recuerdos positivos y negativos del fallecido, pero sin resultar invasivos ni molestos como antes, y cuando el entumecimiento emocional disminuye. El proceso de buscar una solución se completa cuando la persona de luto nuevamente tiene la energía emocional para dedicarla a nuevas relaciones, para trabajar, para crear y sentir estados mentales positivos.(5)

Duelo patológico

El duelo patológico ocurre cuando las etapas normales de duelo se intensifican, prolongan o retrasan, y cuando la persona de luto no puede retomar las actividades normales debido al desarrollo de otros síntomas psiquiátricos o psicofisiológicos. Horowitz da el siguiente ejemplo de duelo patológico. (6)

Inmediatamente después de la muerte, el CLAMOR puede intensificarse en un estado de pánico donde el comportamiento es errático, y se pierde la propia coherencia en un mar de miedo y dolor incontrolables. Puede pasar también que el retraimiento de la persona de luto se exagere en un estado desvinculante o un estado psicótico reactivo.

Cuando la FASE DE NEGACIÓN es patológica puede ocurrir lo siguiente: “abuso del alcohol o de drogas para anestesiar a la persona del dolor. Algunas personas tal vez busquen atestar todos los canales de conciencia con estímulos, evitando pensar y sentir con respecto a la muerte. Para escapar al sentirse muerta e irreal, tal vez la persona se sumerja en actividades sexuales, atléticas, laborales, emocionantes o riesgosas”. (7)

Los factores de riesgo para el desarrollo del duelo patológico se enumeran en el libro de Michels de 1990 Psychiatry: “Algunas circunstancias tal vez aumenten la severidad o duración de las reacciones de duelo: Estas incluyen la gran dependencia preexistente para con la persona fallecida, frustración o ansiedad preexistentes en relación con el fallecido, enfermedades inesperadas o tortuosas, un sentimiento de alejamiento de los demás o antagonismo hacia ellos, una historia de pérdidas anteriores múltiples y separadas, o pérdidas simultáneas, y responsabilidad real o fantasiosa del sufrimiento o la muerte misma. Cuando se presentan varios de estos factores, puede resultar una reacción complicada del duelo que garantiza el diagnóstico como uno de los desórdenes de ansiedad o depresión (incluido el Trastorno de estrés postraumático), un desorden de ajuste, psicosis reactiva o un rebrote de un desorden de personalidad preexistente”. (8)

Depresión

El duelo patológico o no resuelto desde hace mucho tiempo es reconocido como precursor de una enfermedad depresiva grave. Macbeth de Shakespeare dice: “Dad palabras al dolor: el dolor que no habla, gime en el corazón hasta que lo rompe…” El actual Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders afirma: “la preocupación morbosa con falta de valor, las ideas suicidas, el desorden funcional marcado o el retardo psicomotor, o la duración prolongada sugiere que el duelo se complica por un Episodio depresivo mayor”.(9)

En un artículo de revisión: “Mental Health and Abortion” en el Psychiatric Journal of the University of Ottowa (1989), Phillip Nay concluye que aunque la depresión fue alguna vez un frecuente indicador del aborto inducido, “es posible que la depresión se empeora con el aborto porque aumenta la culpa y ocasiona otra pérdida”. (10)

Los desórdenes depresivos son el motivo más común de consultas psiquiátricas de las mujeres que tuvieron un aborto, en mi experiencia. Las ideas suicidas, un impedimento en la capacidad de realizar tareas diarias en el trabajo, escuela, o en el hogar, los síntomas somáticos como pérdida de peso e insomnio hacen que la consulta psiquiátrica sea imprescindible. La intervención psiquiátrica a menudo incluye medicación antidepresiva y/o hospitalización, como también una psicoterapia intensiva.  Aunque se realice el diagnóstico de un Episodio depresivo mayor y se instituya el tratamiento inicial apropiado, la importancia de la pérdida temprana del embarazo por medio del aborto como factor de causa por lo general se pasa por alto. Esto puede ocurrir por varias razones.

1. El paciente tal vez no revele en forma voluntaria su aborto pasado, tal vez sea renuente a contestar preguntas de rutina sobre su historia reproductiva por la vergüenza y culpas intensa y por su falta de relación de confianza con su terapeuta, que lleva tiempo en desarrollarse.

2. Puede que haya pasado un largo tiempo desde que abortó, y tal vez el psiquiatra no conozca el retraso muy común de ocho a diez años desde el aborto inducido hasta que la mujer busca ayuda para su depresión, que es tan severa y ella ya no puede funcionar y su vida está en peligro. Una demora de ocho a diez años en la búsqueda de ayuda ha sido un hallazgo común en los programas de ayuda para mujeres posaborto en todo Estados Unidos.(11)

3. Muchos otros factores negativos en la historia podrían explicar la depresión de la mujer: abuso de alcohol y drogas, fracaso en el matrimonio, estrés laboral, pensamientos invasivos obsesivos que pueden parecer de naturaleza psicótica. Un ejemplo de lo último es el caso de una mujer de 75 años de edad en un hogar de ancianos que la escuchaban murmurar una y otra vez: “¡Maté a mi bebé!”, y que, de hecho, había abortado 60 años antes.

4. Muchos psiquiatras y otros profesionales de la salud mental comparten el “punto ciego” de la sociedad sobre la importancia de la pérdida perinatal y el duelo después de un aborto inducido. Si sus intentos tentativos de compartir su profundo dolor y culpa con su terapeuta son desoídos o subestimados, la sensación de falta de valor y desesperación de la mujer posaborto puede aumentar y tal vez confirme su convicción de que nadie la comprenderá ni podrá ayudarla. Tal vez discontinúe su medicación, cancele las citas y se hunda más profundamente en su depresión.

Peterson, que estudia a las mujeres posaborto en Alemania, cree que cuando los sentimientos profundos de culpa que se han suprimido durante un largo tiempo son seguidos por “un avance de conciencia profunda destructiva, con caos y pánico, repugnancia y odio” estos sentimientos deben reconocerse y se debe ayudar a la mujer a lograr “la aceptación de la realidad existente, la responsabilidad y el sentimiento de culpa hacia el niño fallecido”. (12) Es mi experiencia que solo cuando el terapeuta puede soportar el torrente de emociones primitivas que el paciente necesita volcar en una cantidad de sesiones sin rechazarla ni pedirle que disminuya su intensidad, es ahí cuando comienza a ayudar a la mujer posaborto en su trabajo de duelo.

Aunque no hay recuerdos visuales del hijo, ni fotos, ni experiencias compartidas para ayudar su trabajo en el proceso de duelo, con frecuencia ha formado una imagen mental de su hijo. De hecho es esa imagen mental la que la ha atormentado, entrometiéndose en sus pensamientos día y noche. Por lo general la imagen de un bebé siendo destrozado y succionado en un tubo, gritando de dolor o pidiendo ayuda. Por lo general, le ha puesto un nombre y regularmente puede tener conversaciones que ocurren con él o ella mentalmente. El trabajo de la terapia implica permitir que ella comparta estas imágenes y acepte su culpa mientras que al mismo tiempo el terapeuta es amable y compasivo con ella. Gradualmente aprenderá a aceptar la realidad de lo que pasó y su propia responsabilidad en la muerte de su hijo. Con el tiempo, puede comenzar a desarrollar una imagen mental de su hijo que ya no sufre ni la llama a gritos sino en paz y descansando.

El tratamiento de la depresión en una mujer posaborto implica más que proporcionarle seguridad y bienestar físico (atención psiquiátrica de emergencia) u ofrecerle su medicación antidepresiva apropiada, si se le indica. También se le debe permitir compartir la abrumadora culpa, la pena, la ira y el odio a sí misma que ha guardado tal vez durante años, y que ha intentado sobrellevar por medio del alcohol, las drogas y la actividad desenfrenada. También deben reconocerse sus fantasías sobre su hijo fallecido porque estas son los únicos recuerdos de su bebé. Gradualmente estas fantasías pueden convertirse en una manera más positiva y consoladora para que ella pueda ponerles fin. Los sacerdotes pueden ser útiles en este proceso de ayudar a la mujer a buscar el perdón y de ofrecer oraciones y/o un servicio memorial para su bebé.

Suicidio

“Las mujeres en el primer año después del parto y durante el nacimiento tienen un riesgo bajo de suicidio” es la conclusión a la que llegó Appleby después de estudiar a todas las mujeres de 15 a 44 años de edad que cometieron suicidio en Inglaterra y Gales desde 1973 a 1984. (13) La cantidad real de suicidios en este grupo fue de un sexto de la esperada para otras mujeres de la misma edad, lo que lo llevó a concluir: “La maternidad parece proteger contra el suicidio. La preocupación por las personas a cargo puede ser un importante enfoque en la prevención del suicidio en la práctica clínica”. (14)

Sin embargo, el mismo estudio encontró que la tasa de suicidio después del nacimiento de un bebé muerto era seis veces más alta que para todas las madres después del parto. Mientras que el nacimiento de un hijo vivo parece “proteger contra el suicidio”, hay indicio de que el nacimiento de un hijo muerto aumenta el riesgo de suicidio. ¿Qué ocurre entonces con el riesgo de suicidio después de un aborto a elección cuando la madre no solo tiene que lidiar con la muerte de su hijo sino que también con la responsabilidad de causar esa muerte? En mi búsqueda de escritos al respecto, no he encontrado ningún estudio demográfico de ese estilo.

Se sabe bien que los suicidios en personas jóvenes están aumentando a un ritmo alarmante, y que la mayoría de estos ocurren entre las edades de 15 a 24 años que es el mismo grupo etario donde ocurren la mayor cantidad de abortos inducidos. (15,16) La mayoría de los suicidios ocurren en las clases socioeconómicas media y alta al igual que la mayoría de los abortos. El “comportamiento suicida en adolescentes ‘normales'” es el tema de un estudio de 1989 publicado en el American Journal of Orthopsychiatry. La sexualidad y la pérdida son dos de los cuatro factores de riesgo que causaron un aumento de casi 5 veces en el riesgo de suicidios en una muestra de 300 alumnos de escuelas secundaria en los grados 9-12 en una pequeña comunidad del Noreste. (17) Aunque el informe del estudio no incluye datos sobre los abortos, la correlación entre la actividad sexual adolescente, el embarazo y la pérdida a través del aborto es evidente en esta población.

El boletín de la American Suicide Foundation observa que: “Crisis específicas y estresantes del medio ambiente pueden precipitar una conducta suicida, aunque puede ser difícil de apreciar lo estresante que puede resultar un hecho en apariencia menor que recae sobre los hombros de una adolescente que ya tiene la carga de la depresión”. (18)

Algunos casos de mi propia práctica pueden ilustrar por qué los abortos electivos no son un hecho menor en la vida de mujeres jóvenes y sus parejas.

“Lorna”, una mujer de 22 años en el ejército me fue derivada por un desorden en la alimentación. En nuestra primera consulta me dijo que en el último año desde su aborto a elección había querido morirse. De hecho, había intentado suicidarse dos días antes de la fecha del aborto cuando sintió que no podía pasar por eso ni enfrentar el resto de su misión en el ejército como madre soltera. Cuando no pudo causar un accidente automovilístico fatal después de haberse dado una sobredosis de droga y alcohol, la ingresaron a una unidad de hospitalización de pacientes psiquiátricos.

Su psiquiatra le aconsejó que se realizara el aborto que había programado para el día siguiente. Desde ese momento, su uso de cocaína y alcohol había escalado y su peso había descendido en forma continua. Estaba atormentada por un fuerte deseo de unirse con su bebé, y por las ganas de quitarse la vida. Durante el año que trabajé intensamente con ella, realizó varios intentos de suicidio y volvió a ser hospitalizada una vez. Antes que se mudara del área, me dio las gracias por haberla ayudado, diciendo: “No me voy a matar ahora, pero cuando muera sé que así es como sucederá”. Un año después sucedió.

Una mujer soltera de 23 años de edad a la que he llamado “Joyce” fue remitida a mí después de un intento de suicidio que también implicaba un accidente planeado conduciendo en estado de ebriedad. Su pensamiento obsesivo era: “¡Quiero mis bebés!” Había tenido dos abortos, uno a la edad de 17, y uno a la edad de 18 mientras estaba en la escuela secundaria. Era la más joven en una familia grande y aún vivía en el hogar. Su temor era que si les contaba a sus padres (que eran de edad avanzada y tenían una salud precaria) que había quedado embarazada y había abortado, iban a “caerse muertos de un infarto”. Sufrió sola durante seis años con su culpa y su anhelo por los hijos que había perdido. Cuando un tío que era sacerdote regresó del extranjero, planeó contarle su trágica historia. Antes que pudiera hablar con él, de repente murió de un infarto. Al llorar su muerte y ahora convencida que nunca podría compartir su culpa y dolor sin arriesgar más pérdidas, planeó su propia muerte para terminar su dolor y lograr un rencuentro con sus hijos y su tío.

Un empleado de una gasolinera de 18 años de edad, “Peter”, se pegó un tiro y murió tres meses después de la inesperada muerte de su padre. Solo su mejor amigo sabía que al momento de su suicidio estaba abatido por el aborto de su novia. Su hijo había sido concebido el día de la muerte de su padre. En la mente de Peter se había formado una imagen mental del hijo: le había contado a su amigo que iba a tener un hijo y que había planeado ponerle el nombre de su padre. Peter no pudo soportar la pérdida de ese hijo y todo lo que representaba para él.

Trastorno de estrés postraumático

El Trastorno de estrés postraumático es uno de los Desórdenes de ansiedad enumerado en el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders. “Los síntomas característicos implican volver a vivir el suceso traumático, evitar estímulos asociados con el hecho o insensibilidad en la respuesta general, y un aumento en la excitación. Los traumas más comunes incluyen una grave amenaza para la propia vida o para la integridad física; una grave amenaza o daño a los hijos, esposo y otros amigos y familiares cercanos… La afección es aparentemente más severa y dura más cuando el factor de estrés es de naturaleza humana”. (19) Una lista de sucesos en la vida que pueden ocasionar suficiente estrés para producir Trastorno de estrés postraumático incluye el aborto. (20) El tipo más común de Trastorno de estrés postraumático o P.T.S.D. (sigla en inglés) es el “Síndrome Post Vietnam”. Después del aborto inducido, muchas mujeres experimentan síntomas similares. De hecho, las semejanzas son tan llamativas que algunos médicos clínicos han acuñado el término “Síndrome posaborto”.

Los síntomas del trastorno de estrés postraumático incluyen lo siguiente: recuerdos y sueños del hecho recurrentes e invasivos, actos o sentimientos repentinos como si el hecho traumático se estuviera repitiendo (flashbacks), y, una angustia psicológica intensa frente a la exposición a sucesos que simbolizan o asemejan un aspecto del hecho traumático, incluidos los aniversarios del hecho traumático; eludir de manera persistente los estímulos asociados con el trauma, entumecimiento emocional y una incapacidad para sentir emociones de cualquier índole, especialmente las que se asocian con la intimidad, la ternura y la sexualidad; y aumento de síntomas de excitación, es decir: respuestas de sobresalto, pesadillas recurrentes y problemas en el sueño. A continuación presento un caso.

“Alice”, una mujer profesional atractiva de unos 30 años, fue remitida por problemas conyugales, insomnio, ansiedad y una sensación de estar híper alerta y demasiado reactiva a los ruidos fuertes. Estos últimos síntomas interferían con su trabajo que la ponía en la mira pública en forma constante. Había tenido un aborto traumático un año antes, su esposo lo había organizado de manera clandestina. Había estado teniendo sueños aterradores, visiones del pasado durante el día, dolor y odio intensos hacia su esposo y obsesiones suicidas durante el último año. “¡Maté a mi bebé! ¡No merezco vivir!” eran los pensamientos invasivos que la perseguían en las horas que estaba despierta. Había estado contemplado seriamente el suicidio.

Reacciones en los aniversarios

Los intentos de suicidio en la fecha esperada de parto del hijo abortado o en los aniversarios subsiguientes a esa fecha o la fecha del aborto son comunes. Tishler describe a dos adolescentes que intentaron suicidarse en la fecha aproximada en que el feto hubiera nacido si hubiera llegado a término, aunque una de ellas conscientemente no sabía sobre la importancia de la fecha antes su sobredosis con medicamentos. (21)

Treinta de 83 mujeres encuestadas acerca de sobrellevar el posaborto reportaron reacciones en los aniversarios asociadas con el aborto o la fecha de parto en un estudio de 1989 del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Medicina de Ohio. Además del dolor emocional intenso y persistente después del aborto, estas reacciones por el aniversario se caracterizaban por síntomas físicos que más comúnmente tenían que ver con el sistema reproductivo: dolor abdominal y dispareunia (coitalgia), también dolores de cabeza, dolor en el pecho, irregularidades en la alimentación y aumento en el abuso de drogas y alcohol. Los autores afirman: “Por lo general el sujeto no reconoce la relación específica de tiempo de los síntomas con la experiencia original, y parece haber un intento de superarla por medio de revivir en lugar de recordar. Se ha sugerido que el duelo no resuelto y la disforia preexistente aumentan la posibilidad de reacciones por el aniversario”. (22)

Si los hechos de conflicto se pueden segregar a nivel subconsciente durante la mayor parte del año y surgen solo bajo camuflaje hasta cierto punto, entonces es ciertamente posible un rol protector. La mujer podría recibir cuidado y atención de los demás sin tener que identificar necesariamente el conflicto. (23) Los autores aconsejan a los médicos y terapeutas que pregunten sobre hechos particulares que podrían haber ocurrido durante el momento del año cuando la paciente presenta síntomas físicos o psiquiátricos que no se explican bien. Es fácil ver cómo los análisis médicos excesivos pueden resultar en pruebas y procedimientos innecesarios e incluso cirugía innecesaria.

Los autores también informan que las mujeres en el grupo de no aniversario en su estudio mencionaron el autocastigo como motivo para tener una histerectomía o ligación de trompas o de comportamiento suicida.

El siguiente caso ilustra una reacción inusual en el aniversario:

“Akiko”, una estudiante universitaria japonesa, fue remitida por un supuesto Síndrome Premenstrual (SPM) que de hecho fue una reacción aguda en el aniversario de su aborto que recurría mensualmente. Uno o dos días de cada mes, el personal de su residencia reportaba que no salía su habitación para comer ni para ir a clase, y pasaba tiempo llorando desconsoladamente, algo muy inusual, en su experiencia, entre estudiantes asiáticas.

Akiko había abortado el día antes que saliera de Japón para ir a EE. UU. a estudiar educación en la primera infancia. Sus primeras clases en la universidad se enfocaron en el desarrollo prenatal. Durante una película que mostraba la vida intrauterina, de repente supo de la etapa real de desarrollo del feto que había abortado unas semanas antes. Desde entonces, cada mes en el aniversario de su aborto se sentía abrumada y desconsolada por la tristeza y culpa que no podía compartir con nadie. En el contexto de ayudarla a trabajar su dolor, pregunté a Akiko cómo las mujeres en Japón hacían frente al dolor posaborto. Me enteré de que es común que las madres en Japón soliciten servicios memoriales para sus hijos que creen que han “enviado de la oscuridad a la oscuridad”. En los templos budistas los padres alquilan estatuas de piedra de niños durante un año en el cual se ofrecen oraciones por los bebés al dios Jizu. Más recientemente, se cree que la diosa Mizuko Kanon puede ocuparse mejor de estos bebés del agua que llegan con la cabeza y el cuerpo destrozados porque tiene grandes manos con dedos unidos. Los padres visitan con regularidad estas estatuas y dejan juguetes, flores y mensajes escritos para sus bebés. (24)

Síntomas psicosomáticos

Además de las reacciones psicofisiológicas en el aniversario que se describen anteriormente, el estrés crónico del dolor posaborto no resuelto puede ocasionar reacciones psicofisiológicas clásicas como ilustra el siguiente caso.

“Jerry” estaba doblado de dolor antes de una presentación programada en los medios. No había tenido tiempo para desayunar y se había olvidado el antiácido que regularmente tomaba para controlar la úlcera péptica que hacía poco tiempo le había aparecido. La esposa de Jerry había abortado su primer hijo sin su conocimiento, y había abortado su segundo hijo sin su consentimiento. Después del nacimiento de su tercer hijo, Jerry se había vuelto sobreprotector del niño, pasando cada momento que estaba despierto con él, y hasta cambió su trabajo para estar solo con él mientras su esposa trabajaba. Siguió un divorcio, y se le concedió la custodia exclusiva a su ex esposa. El dolor de Jerry se volvió profundo y sus síntomas psicosomáticos aumentaron.

Cuestiones familiares

Como se describe anteriormente, el dolor posaborto puede ser responsable de conflictos maritales, problemas con la intimidad sexual y dificultades en la relación padre/madre e hijo. Dos casos adicionales ilustrarán estas cuestiones con más profundidad.

“John’ era un oficinista de 28 años que comenzó psicoterapia por su estado depresivo, problemas para dormir, falta de concentración en el trabajo y conflictos con su esposa e hijos. Después de varias sesiones evidentemente improductivas con su terapeuta, dijo que tuvo un sueño en el que una antigua novia lo llevó a una habitación y le presentó un niño de diez años, diciéndole: “¡Es tu hijo!”. Recién en ese momento recordó el embarazo de ella con su hijo y su participación activa en el aborto. Trabajo subsiguiente con él reveló que su duelo y culpa no resueltos por la pérdida del niño eran responsables de sus síntomas actuales.

“Jeannie” era una niña de seis años que fue remitida para evaluación por síntomas fóbicos en la escuela. Su ansiedad por la separación comenzó en el jardín y no había cedido en primer grado. Por lo general se quedaba en su casa quejándose de dolores de estómago y de cabeza.  Solo iba a la escuela acompañada por su madre, y ocurrían escenas terribles de llantos, gritos y patadas cada vez que se la animaba a su mamá a irse. La mamá de Jeannie tenía miedo de dejarla en la escuela en ese estado aunque las maestras le aseguraban que en unos pocos minutos después que su madre se iba, Jeannie podía entrar a la clase y participar con otros niños.

La mamá de Jeannie había abortado su anterior embarazo, una decisión que lamentaba profundamente. Su siguiente hija llevaba la carga del apego patológicamente intenso de su madre con ella que no permitía la separación apropiada para la edad y el crecimiento de su hija.

Conclusión

En 1973, un artículo en el Journal of the National Medical Association afirmó: “La información temprana tendería a alertar al médico sobre la necesidad de un seguimiento sistemático de todas los pacientes que han abortado… Las consecuencias epidemiológicas del aborto pueden (por lo tanto) tornarse estadísticamente relevante en un futuro no muy distante con importancia para la salud pública de gran alcance”. (25)

Con 65 millones de abortos en este país en los 50 años desde Roe v. Wade, y la tasa continua de 1.6 millones de abortos por año, no podemos negar la importancia para la salud pública de las secuelas psicológicas y psicofisiológicas. Los estudios epidemiológicos se necesitan de manera urgente, que sean correctos estadísticamente y que realicen un seguimiento de mujeres y hombres durante al menos los diez años posteriores al aborto.

Mientras tanto, los reportes de los casos siguen siendo documentación psiquiátrica válida de los muchos rostros del duelo posaborto. La enseñanza tradicional de nuestra profesión no se ha realizado por medios de estudios controlados con una muestra de varios centenares y desviaciones estándar de importancia estadística. Sigmund Freud, Eric Erikson, Viktor Frankl, Jean Piaget y Robert Coles nos han contado sobre personas a las que han estudiado en profundidad. Sus casos de estudios detallados han llevado a entendimientos duraderos en el desarrollo humano y los orígenes y tratamiento de la psicopatología. El mejor tratamiento para toda enfermedad por supuesto es la prevención primaria. La prevención primaria de las secuelas psiquiátricas negativas del aborto incluyen la prevención del aborto mismo ofreciendo alternativas compasivas tal como apoyo en el embarazo, la crianza y adopción del niño, pero más importante es la prevención de embarazos inoportunos mediante la enseñanza del verdadero significado de la sexualidad humana y su debido respeto.

Referencias

1. Beer, EA: New horizons in the diagnosis, evaluation and therapy of recurrent spontaneous abortion. Clinics in Obstetrics and Gynecology 1986; 13:115-116.

2. Wathan, NC: Perinatal bereavement. British Journal of Obstetrics and Gynecology 1990;97:759-760.

3. Cunningham, FG et al. eds.:

Wllliam’s Obstetrics, 18th ed. Norwalk, Appleton y Lange, 1989.

4. Lancet: Editorial. 337(8740)526; 2 de marzo de 1991

5. Horowitz, MJ: Introduction to Psychodynamics: a New Synthesis. Nueva York, Basic Books, 1988.

6. Ibid.

7. Ibid., p. 67.

8. Horowitz, MJ: Stress-response syndromes: post-traumatic and adjustment disorders. In Psychiatry. Michels,’R, et al., eds. Vol. 1; Ch. 41 Philadelphia, J.B. Lippincott Co, 1990; 8.

9. American Psychiatric Association: Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders. 3ra ed. rev. Wash., D.C., APA Press, 1987; 222.

10. Ney, PG: Mental health and abortion: review and analysis. Psychiatric Journal of the University of Ottawa 1989;14(4): 513.

11. National Office of Post-Abortion Reconciliation and Healing. 3501 South Lake Drive, P. 0. Box 07477, Milwaukee, WI 53207-0477.

12. Peterson, P: Awareness of death and interpersonal relations in induced abortion. Z Gebartschilfe Perinatol 1987;191(2):47-54 (publicado en alemán. Resumen en inglés.)

13. Appleby, L: Suicide during pregnancy and in the first postnatal year. British Medical Journal 1991; 302(6769):137-140.

14. Ibid.

15. Klerman, GL ed. Suicide and Depression Among Adolescents and Adults. Wash., D.C., American Psychiatric Press, 1986 (p. XV;XIX).

16. Speckhard, A: Psycho-social Stress Following Abortion. Ciudad de Kansas, Sheed y Ward, 1987; 37.

17. Rubenstein, JL et al.: Suicidal behavior in “normal” adolescents: Risk and protective factors. American Journal of Orthopsychiatry 1989;59(l):59-71.

18. Garfield, B: Youth suicide 1991: the state of the science. Lifesavers: newsletter of the American Suicide Foundation 1991;3:1.

19. American Psychiatric Assoc., op. cit., p. 247-248.

20. Ibid., p.20.

21. Tishler, CL: Adolescent suicide attempts following elective abortion : a special case of anniversary reaction. Pediatrics 1990;68(5):670-671.

22. Franco, K. et al.: Anniversary reactions and due date responses following abortion. Psychotherapy and Psychosomatics 1989;52:151-154.

23. Ibid., p. 15 1.

24. Wall Street Journal 1983; 6 de enero: 1.

25. Gullattee, AC: Psychiatric aspects of abortion. Journal of the National Medical Assoc. 1973;64:308-311.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

*