E. Joanne Angelo
En cada aborto muere un niño en etapa temprana de desarrollo, antes de nacer. La muerte del niño es intencional y se lleva a cabo con el supuesto consentimiento de la madre (con o sin consentimiento del padre). Las secuelas negativas del aborto, que son en gran parte resultado de un duelo no resuelto y de la culpa, son más profundas para la madre del niño abortado pero también afectan al padre del niño, a los hermanos y a la familia extendida, a quienes lo realizaron y a quienes los aconsejaron y financiaron. Con más de 42 millones de abortos en el mundo cada año (cálculo de la Organización Mundial de la Salud para el 2003), no hay dudas de que la sociedad entera ha sido afectada negativamente.
Me gustaría repasar brevemente lo que he llamado “Las muchas caras del sufrimiento posaborto” (1) y lo que otros han llamado Trauma posaborto (2), y hablar sobre su tratamiento y prevención.
LAS MUJERES DESPUÉS DEL ABORTO
Cuando una mujer queda embarazada en una situación de crisis, calcula inmediatamente la fecha en que nacerá su hijo. Está consciente de los tiernos sentimientos que siente hacia su hijo a quien, si no toma ninguna medida para terminar el embarazo, cargará en sus brazos en esa fecha. Al mismo tiempo, sin embargo, a menudo se siente abrumada por el miedo, la ansiedad, las presiones externas, la sensación de no ser digna de ser madre y el temor a perder su relación con el padre del niño. Fuertes sentimientos encontrados nublan su habilidad de pensar claramente en lo que respecta a la decisión que está por tomar. Tiene la presión de hacerse un aborto durante los primeros tres meses del embarazo, ya que después de ese período puede no conseguir que se lo practiquen en la clínica de aborto local por el alto riesgo de complicaciones, y para poder guardar su secreto.
Después del aborto puede sentirse entumecida, su duelo por la muerte de su hijo es embotado por sus fuertes sentimientos encontrados: sentimientos de ternura por su hijo y la negación defensiva de esos sentimientos, lo que le permitió someterse al procedimiento del aborto. Puede continuar en este estado emocional por días, semanas o incluso muchos años. Las expectativas de la sociedad son que sentirá alivio y agradecimiento por haber “solucionado su problema” y de hecho ésta es la respuesta que típicamente da en las encuestas. En realidad, sin embargo, su vida interior suele estar atormentada por la culpa y la vergüenza, por pesadillas de bebés que son succionados por tubos o que mueren en sangrientos accidentes o en crímenes violentos. Puede que busque tratamiento médico para el insomnio y la ansiedad o que se automedique con alcohol y drogas ilegales para calmar su dolor. Al pasar el tiempo puede tener pensamientos intrusivos, día y noche, y pueden desencadenarse recuerdos vívidos del aborto por experiencias cotidianas como un examen ginecológico o el sonido de la copa de succión en un consultorio odontológico. Puede estar seriamente deprimida o incluso tener tendencias suicidas. Su afecto está embotado, se siente entumecida. Puede presentar síntomas psicosomáticos, aversión a la intimidad sexual o, a la inversa, volverse promiscua como resultado de su terriblemente baja autoestima. Cuando está en este estado puede entrar en un ciclo de múltiples embarazos y abortos.
Típicamente la relación con el padre del niño termina abruptamente porque él no puede aceptarla en su estado de extrema angustia o porque ambos se ven como cómplices en la muerte de su hijo. Acontecimientos que tienen lugar regularmente como el Día de la Madre, el aniversario del aborto, la fecha en que el niño hubiera nacido y los cumpleaños subsiguientes, ver a un niño de la edad que su hijo hubiera tenido, el cumpleaños de otro niño, otra muerte en la familia, pueden desencadenar un torrente incontenible de sufrimiento, culpa y remordimiento. La sociedad no le ofrece apoyo alguno en su sufrimiento. A diferencia de otras muertes, no hay un funeral, ni una tumba a la que visitar, no hay consuelo por parte de amigos y parientes, ya que suelen no saber de su aborto o pueden haberla urgido a abortar y pagado el procedimiento.
Los síntomas que la hacen buscar ayuda médica –insomnio, depresión, tendencia suicida, estrés post-traumático, abuso de sustancias, infertilidad, desórdenes alimenticios, enfermedades psicosomáticas, problemas en las relaciones– deben investigarse y tratarse adecuadamente con terapia psicológica, medicación y/o remisión a especialistas. Pero, a menos que se comprenda y se trate la causa subyacente –el duelo por su hijo abortado– los síntomas reaparecerán o serán reemplazados por otros más severos. Al obtener su historia clínica, es importante preguntar sobre embarazos perdidos y determinar si la aparición de los síntomas puede estar relacionada cronológicamente con la muerte de un niño antes de su nacimiento. Aunque una mujer puede ser sincera sobre sus abortos espontáneos, la vergüenza y la culpa pueden hacerle prácticamente imposible admitir en su primera consulta que se hizo un aborto, o varios. Es importante cultivar una relación de apoyo y sin pasar juicio que le permita revelar su oscuro secreto. Debido a las relaciones abusivas y traumáticas con los hombres, contarle su vergonzoso relato a un médico puede ser especialmente difícil, incluso estar a solas con él en el consultorio puede precipitar una ansiedad paralizante. Puede sentirse más cómoda en presencia de una médica o una enfermera. De hecho, los libros de enfermería registran relatos de mujeres que han tenido recuerdos vívidos sobre su aborto durante el trabajo de parto y el parto en sí, y si esto se detecta y se ofrecen cuidados y apoyo, su camino a la sanación puede comenzar.
El tratamiento de las consecuencias psicológicas del aborto requiere que el terapeuta le permita compartir sus dolorosos recuerdos del espantoso procedimiento y las circunstancias que lo rodearon, junto con sus profundos sentimientos de culpa, vergüenza e ira con ella misma y con quienes insistieron en que se hiciera el aborto o quienes no le ofrecieron otra alternativa. Se debe tener especial cuidado de que al revivir la experiencia del aborto la mujer no sufra una ola de estrés postraumático que pueda volver a traumatizarla. Puede ayudársela a establecer una red de apoyo y compartir su dolor con amigos y familiares cuidadosamente seleccionados y programas diocesanos como el Proyecto Raquel. La terapia psicológica suele acompañarse de medicación para tratar la ansiedad, la depresión o síntomas somáticos.
Mujeres de otras culturas también sufren las secuelas del aborto y pueden buscar ayuda en sus tradiciones religiosas. En Japón a los bebés abortados se los llama “niños de agua” y se piensa que no son libres de volver a Dios hasta que se ofrezca el rito de “Mizuko kuyo” por ellos en los templos budistas. Se erigen pequeñas estatuas de piedra para representar a los niños que han muerto antes de nacer y los padres les llevan ofrendas de dulces, flores y juguetes. La diosa que los saca del agua tiene dedos en forma de red porque los bebés llegan en pedazos (3). En Taiwán, los niños abortados son considerados “bebés espíritu” que regresarán a perseguir a sus padres, despertándolos con llantos especiales, arruinando tratos comerciales, amargando romances y provocando suicidios a menos que se ofrezcan oraciones por ellos en los templos (4).
Las mujeres que abortan pueden ser remitidas a terapias psicológicas o psiquiátricas por sacerdotes, especialmente en los programas diocesanos llamados Proyecto Raquel, dentro de los cuales se eligen y se capacitan clérigos y profesionales de la salud para ayudar en el ministerio de la Iglesia a quienes han sido heridos por el aborto. Los sacerdotes pueden detectar que el Sacramento de la Reconciliación, la ayuda pastoral y los servicios de sanación no han sido suficientes para aliviar el dolor de la mujer y que se necesitan servicios de salud mental profesionales. A la inversa, algunas mujeres me han dicho: “Me he confesado, he tenido ‘sanación’ pero me sigo sintiendo terriblemente mal. Sé que he cometido un pecado imperdonable”. Estas mujeres necesitan ayuda y cuidado pastoral para entender la inmensa misericordia de Dios y su amor incondicional. En estos casos ha sido posible, con el permiso de la mujer, y sin violar el sello sacramental de la Confesión, que reciba apoyo y cuidados de un sacerdote, un psiquiatra y un consejero de manera coordinada. A algunas mujeres también las benefician los programas de grupo, los días de recogimiento o retiros organizados por sus diócesis, las Hermanas de la Vida o los retiros de la Viña de Raquel.
La “reflexión especial para [las] mujeres que [han] recurrido al aborto” del Papa Juan Pablo en Evangelium Vitae (99) ha sido un importante consuelo para muchas mujeres, católicas y no católicas. Esto es lo que dijo:
“Una reflexión especial quisiera tener para vosotras, mujeres que habéis recurrido al aborto. La Iglesia sabe cuántos condicionamientos pueden haber influido en vuestra decisión, y no duda de que en muchos casos se ha tratado de una decisión dolorosa e incluso dramática. Es verdad que lo sucedido fue y sigue siendo profundamente injusto. Sin embargo, no os dejéis vencer por el desánimo y no abandonéis la esperanza. Antes bien, comprended lo ocurrido e interpretadlo en su verdad. Si aún no lo habéis hecho, abríos con humildad y confianza al arrepentimiento: el Padre de toda misericordia os espera para ofreceros su perdón y su paz en el sacramento de la Reconciliación. Os daréis cuenta de que nada está perdido y podréis pedir perdón también a vuestro hijo que ahora vive en el Señor”. (5)
En vez de sentir que la Iglesia Católica las juzga severamente o las condena, muchas mujeres me han dicho que decidieron convertirse a la fe católica para poder vivir el Sacramento de la Confesión y para escuchar al sacerdote decir: “Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.
LOS HOMBRES Y EL ABORTO
Cada niño que muere en un aborto tiene un padre así como una madre. Los hombres también sufren la tragedia del aborto. También sufren por los hijos que perdieron. Como ha dicho el Dr. Vincent Rue: “Tanto para los hombres como para las mujeres, el sentimiento de vacío puede durar toda la vida, ya que los padres son padres siempre, incluso de un niño muerto”. (6)
Un hombre que intentó evitar que su pareja aborte y descubrió que no tiene el derecho legal de proteger la vida de su hijo puede sentirse emasculado y privado de su paternidad. Un hombre que insistió en el aborto, lo pagó o no hizo nada para intentar disuadir a su pareja de que contrate a una abortista para que mate a su hijo, puede sentirse abrumado por la culpa, la vergüenza y el odio a sí mismo. Ambos grupos de hombres suelen sentir ira y ansiedad, y dejan de confiar en las mujeres, cerrándose a los sentimientos tiernos que harían posible cualquier relación íntima en el futuro. Al igual que las mujeres, los hombres sufren síntomas de estrés postraumático y enfermedades psicosomáticas. Pueden refugiarse en el alcohol y las drogas como automedicación para la depresión que los agobia como resultado de su desesperación de no poder ser nunca los esposos y padres que esperaban ser. También pueden volverse adictos al trabajo, al ejercicio o a la actividad sexual promiscua.
Los hombre se sienten menos cómodos que las mujeres de expresar sentimientos vulnerables de sufrimiento y pérdida, o incluso admitirse estos sentimientos a ellos mismos. Por lo tanto, es incluso menos probable que pidan cuidados de salud mental para lidiar con la pérdida posaborto. Dr.Vincent Rue, citando a T.S.Eliot, describe su difícil situación:
“Somos los hombres huecos,
Somos los hombres rellenos…
Nuestras voces secas,
Cuando susurramos juntos,
Son calladas y sin sentido…
Recuérdennos –si acaso– No como perdidas almas violentas,
Sino solamente
Como los hombres huecos
Los hombres rellenos”. (7)
En los hombres, los problemas mencionados anteriormente pueden presentarse años antes de que ellos o sus proveedores de cuidados detecten la relación entre sus síntomas y el trauma de un aborto previo. Una vez más, debemos recalcar la importancia de incluir preguntas sobre pérdidas de embarazos al realizar las historias clínicas o psicológicas tanto de hombres como de mujeres. La relación entre la aparición de los síntomas y la fecha del aborto deben tenerse en cuenta, comprendiendo que pueden haber pasado muchos años durante los que el hombre ha sufrido en silencio. De esta manera, la persona que brinda atención puede no solo trabajar para aliviar los síntomas sino también buscar ayuda para su causa subyacente. En mi opinión, también es importante preguntarles a los hombres si tienen antecedentes de pérdidas posaborto mientras se preparan para el matrimonio o para el seminario, ya que un duelo no resuelto y la culpa pueden interferir en el cumplimiento de estas vocaciones.
Quizás algunos ejemplos sean útiles para comprender cómo el aborto puede afectar a los hombres:
– Una larga psicoterapia de un empresario a raíz de su depresión, insomnio, baja productividad laboral y problemas en las relaciones con su esposa y familiares fue infructuosa hasta que el paciente recordó un sueño en el que una antigua novia lo invitó a su habitación y le presentó a un niño de 12 años diciendo: “¡Es tu hijo!”. Recién entonces su terapeuta pudo comenzar a ayudarlo a lidiar con la pérdida de su hijo abortado 12 años antes.
– Un empleado de una fábrica buscó tratamiento para una úlcera estomacal que le causaba gran dolor y lo invalidaba. Los síntomas habían empezado poco después del primer aborto de su esposa, el cual ella se hizo sin que él lo supiera. Su úlcera fue diagnosticada después del segundo aborto de su esposa, el cual él intentó impedir, sin éxito. El tercer embarazo resultó en un bebé sano que se convirtió en el centro de la vida de su padre, sin embargo, también sintió la pérdida de ese hijo cuando su esposa pidió el divorcio, recibió la custodia exclusiva del niño y se mudó lejos. “No me arrancaron a tres bebés del vientre. ¡Me los arrancaron del corazón!”, exclamó entre sollozos. Entonces fue evidente la urgente necesidad de remitirlo a un especialista de la salud mental.
– El tercer caso trágico se hizo conocido cuando fue demasiado tarde para ofrecer ayuda. Un joven que trabajaba en una estación de servicio fue hallado muerto de un tiro en la cabeza. Solo un amigo cercano sabía lo angustiado que había estado cuando descubrió que su novia había abortado a su hijo, un bebé que quería llamar como su padre, que había fallecido hacía poco. Esperaba casarse con la joven madre de su hijo y formar una familia juntos pero los padres de ella insistieron en que se hiciera un aborto inmediatamente y le prohibieron seguir en contacto con él. Su suicidio fue resultado de sus abrumadores sentimientos de dolor y pérdida: la pérdida de su padre, de su hijo, de la madre del bebé –que quizás era su primer amor– y la pérdida de su sueño de una relación con ella para toda la vida que hubiera sido el cimiento de una familia nueva y estable.
Para poder tratar a los hombres que sufren la tragedia del aborto se necesitará mucha educación para despertar la conciencia de sus problemas, como se hizo en las recientes conferencias sobre los hombres y el aborto en Estados Unidos: “Reclamando la paternidad: un examen multifacético del hombre que lucha con el aborto” (8) y la subsiguiente publicación de artículos en publicaciones sobre el tema como en la edición de julio de 2008 de la revista de Columbia publicada por los Caballeros de Colón llamado “Un informe especial sobre los hombres y el aborto”(9). Otro ejemplo de ayuda a los hombres es una campaña publicitaria para el Día del Padre que dice: “El Día del Padre no es fácil para quienes han perdido un hijo a causa del aborto… Pero si le das a Dios los pedazos, Él podrá renovar tu vida”.(10) También hay disponibles varios sitios digitales, por ejemplo los patrocinados por la Oficina Nacional de Reconciliación y Sanación Posaborto, la Fundación Paternidad para Siempre y el Ministerio de Padres y Hermanos. (11).
Además de las formas de educación y terapia psicológica tradicionales, de los grupos de apoyo, de los días de recogimiento y de los retiros, quizás sea necesario implementar nuevas formas de tratamiento en las que hombres hablan con hombres que han tenido experiencias similares. Tal vez esto pueda ocurrir en contextos de grupo, mientras se realiza alguna actividad que sea significativa para ellos como construir casas para las mujeres con embarazos en situaciones de crisis o para las madres solteras, u organizar torneos deportivos u otros acontecimientos para recaudar fondos para causas pro vida.
EL SUFRIMIENTO POSABORTO EN LAS FAMILIAS
Los niños que nacen después de que sus padres hayan sufrido la tragedia del aborto o los niños que nacen antes del aborto también cargan con las consecuencias del acontecimiento que cambió la vida de sus padres para siempre. Piensa en el niño de cinco años al que le dicen: “Mamá y Papá irán a ver al doctor porque el bebé que está en la barriga de Mamá puede no estar bien y el doctor deberá mandar al bebé de regreso a Dios”. Puede que ese niño viva preocupado de que si él “no está bien” algo terrible le ocurra también. La falta de seguridad del amor incondicional de sus padres puede hacer que el niño mienta y esconda sus errores o problemas de quienes podrán ayudarlo más que nadie.
Incluso sin el conocimiento explícito del aborto de un hermano, los niños pueden sentirse especialmente cuidados y sobreprotegidos por una madre o padre que los atesora como reemplazo del hijo que perdieron. Eso le sucedió a una niña de seis años que me remitieron porque no podía separarse de su madre para ir a la escuela. Cada mañana se armaba una escena terrible en la puerta de la escuela y Jeannie debía ser separada a la fuerza de su madre, con patadas y llantos. Una vez en la escuela, Jeannie se calmaba, parecía disfrutar del día e interactuaba bien con su maestra y compañeros. Su madre, por otra parte, llamaba una y otra vez a la escuela para averiguar cómo estaba y se ofrecía a pasarla a buscar más temprano. Recién después de trabajar con esta niña y su madre por algún tiempo descubrí que Jeannie era un bebé de reemplazo después de un aborto. Cuando estaba lejos, su madre temía que algo terrible le pasaría también a su hermosa hija. Resulto evidente que se necesitaría trabajo para que Jeannie y su madre resolvieran su trastorno de ansiedad por separación y, aunque la terapia conductual, las estrategias de intervención escolares y los ansiolíticos podían ayudar a solucionar el problema de la niña, los problemas posaborto de su madre, su duelo no resuelto y su sentimiento de culpa, deberían tratarse y solucionarse para el bienestar a largo plazo de ambas.
La Organización Mundial de la Salud estima que uno de cada cinco embarazos en el mundo termina con un aborto. (OMS 2007) Una generación completa de niños y jóvenes puede estar sufriendo ahora la “culpa del superviviente” y pensar: “¿Por qué estoy aquí cuando tantos otros han muerto?”. Pueden presentar síntomas de depresión similares a los que sufren las personas que han sobrevivido al genocidio o a otras masacres. Se necesita una estrategia completamente nueva para llegar a esta generación de “supervivientes del aborto”, escuchar sus preocupaciones, brindar comprensión y ofrecer soluciones positivas a su angustia. Deberemos ponernos en línea con los medios de comunicación que la nueva generación prefiere: música, blogs, facebook, twitter, programas de televisión, etc. para encontrarlos donde están y aprender a comunicarnos con ellos en su propio código. Esto está de acuerdo con la exhortación del Santo Padre Benedicto XVI en la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales este año. (12)
Los abuelos también lloran la pérdida de sus nietos. Pueden sentirse enojados y decepcionados de su hija o hijo que abortó a su propia sangre o pueden sentirse abrumados por la culpa y la vergüenza si jugaron un papel decisivo en el aborto.
El aborto de su nieto puede despertar de nuevo en ellos sentimientos relacionados con un aborto o abortos en sus propias vidas. No es raro que una madre que trae a su hija adolescente a terapia psicológica posaborto estalle en llanto sobre su propio aborto a la misma edad. Esto puede marcar el primer paso tardío en un camino de sanación para los abuelos junto con los padres del niño abortado.
LOS PROVEEDORES DEL ABORTO
Los proveedores del aborto también son heridos por su truculenta tarea. Muchos médicos, enfermeros, trabajadores sociales y miembros del personal de clínicas que hacen abortos han tenido algún aborto en su vida. Su propio duelo no resuelto y culpa se mantienen temporalmente a raya por mecanismos de defensa como la negación, la reacción formada y la identificación con el agresor. Cuando sus mecanismos fallen y la comprensión de que su trauma y el trauma que han causado en los demás los abrume, necesitarán cuidados compasivos.
En su libro “Unplanned,” Abby Johnson describe una crisis como ésta, que le sucedió en su propia vida, y cómo halló ayuda de la gente que había considerado sus enemigos durante años. Abby, que se hizo dos abortos cuando estaba en la universidad, relata cómo se unió a Paternidad Planificada en la errónea creencia de que al hacerlo evitaría embarazos no deseados y así reduciría la cantidad de abortos. Después de tener un puesto administrativo, programar las visitas de los pacientes y ser consejera de mujeres, durante varios años, se convirtió en directora de una clínica de Paternidad Planificada.
Describe el abrumador horror que sintió en un aborto de un feto de 13 semanas, en el que participó por primera vez como ecógrafa. Los abortos guiados por ecografías se realizaban rara vez en su clínica porque tomaban 15 minutos en vez de los 10 destinados a cada aborto quirúrgico para completar la cuota de la clínica de 35 abortos por día. Esto es lo que dice:
“Esperaba ver lo que había visto en ecografías (de diagnóstico) pasadas. … Generalmente… primero veía una pierna, o la cabeza, o una imagen parcial del torso… pero esta vez la imagen fue completa. Veía la imagen completa de un bebé perfecto. ‘Igual que Grace a las 12 semanas’, pensé sorprendida, recordando mi primer vistazo a mi hija, que tres años atrás estaba acurrucada cómodamente dentro de mi vientre, solo que esta vez lo veía con mayor claridad y definición. El detalle me asustó. Podía ver claramente el perfil de la cabeza, ambos brazos, piernas e incluso los deditos de la mano y del pie, perfecto.
Con los ojos pegados a la imagen del bebé perfecto, vi cómo una nueva imagen entraba a la pantalla. La cánula –un instrumento con forma de caña sujeto al final del tubo de succión– acababa de ser insertada en el útero y se acercaba al costado del bebé. En la pantalla parecía un invasor, fuera de lugar. Malo. Era algo simplemente malo.
Mi corazón se aceleró. El tiempo se hizo más lento. No quería mirar, pero tampoco quería dejar de mirar. No podía mirar. Me sentí horrorizada, como alguien que disminuye la velocidad al pasar por un accidente de tránsito, queda boquiabierto y aunque no quiere ver un cuerpo destrozado, mira de todas formas.
Levanté la mirada a la cara de la paciente, las lágrimas inundaban los rabillos de sus ojos. Podía ver su dolor. La enfermera secó la cara de la mujer con un papel.
“Solo respira”, la enfermera le indicó gentilmente. “Respira”.
“Ya casi termina”, susurré. Quería seguir concentrada en ella pero mi mirada volvió a la imagen en la pantalla.
Al principio, el bebé parecía no notar la cánula. Esta tocó suavemente el costado del bebé y por un instante sentí alivio. Por supuesto, pensé, el feto no siente dolor… como me habían enseñado en Paternidad Planificada. El tejido fetal no siente nada al ser quitado… El próximo movimiento fue el repentino sacudón de un piecito mientras el bebé comenzó a patear como si intentara alejarse de la cánula invasora. A medida que la cánula avanzaba, el bebé comenzó a retorcerse y a luchar por alejarse. Luego la voz del médico me sobresaltó.
“Telepórtame, Scotty”, le dijo alegremente a la enfermera. Le estaba pidiendo que encendiera la succión…
Sentí el repentino impulso de gritar “¡Basta!”. De sacudir a la mujer y decirle: “Mira lo que le está sucediendo a tu bebé. ¡Despierta! ¡Rápido! ¡Diles que paren!” … Miré mi propia mano sosteniendo la sonda. Era uno de “ellos”, haciendo mi parte… La cánula ya era rotada por el médico y ahora podía ver el cuerpito violentamente girando con ella. Por un segundo parecía que el bebé era escurrido como un trapo, lo retorcían y lo estrujaban. Y luego el pequeño cuerpo se arrugó y comenzó a desaparecer en la cánula frente a mis propios ojos. Lo último que vi fue la diminuta y perfectamente formada columna succionada en el tubo, y luego no había más nada. Y el útero estaba vacío. Completamente vacío”. (13)
Aunque intentó seguir trabajando –al menos los días en que no había abortos quirúrgicos programados– a los pocos días comprendió que los abortos médicos se recetaban en la clínica regularmente. La realidad de las terribles consecuencias de sus ocho años de trabajo allí se le derrumbó encima. Se sintió obligada a escapar por la puerta trasera. Buscó refugio en la sede de la Coalición Pro Vida del otro lado de la cerca de la clínica de Paternidad Planificada –el grupo cuyos voluntarios habían estado rezando pacíficamente y ofreciendo ayuda a las mujeres que se acercaban a hacerse abortos todos esos años– un grupo al que Paternidad Planificada consideraba el enemigo. Fue recibida con afecto por ellos, la consolaron y rezaron por ella. Incluso la ayudaron a encontrar un nuevo trabajo en un consultorio de un médico que había sido un abortista pero había tenido una conversión similar a la de ella.
En su libro, Abby nos ruega que no demonicemos a quienes promueven y realizan abortos sino que recemos por ellos, intentemos ser sus amigos y estemos junto a ellos cuando falla su mecanismo de negación y necesitan desesperadamente ayuda, cuidados y apoyo.
TRAUMATIZACIÓN INDIRECTA
Nosotros, que cuidamos a quienes han sido heridos por el aborto, y los esforzamos por sentir empatía con su trauma y dolor, podemos con el tiempo sentirnos muy cargados por nuestra labor. El término “traumatización indirecta” se ha usado para describir este fenómeno en el personal médico y de salud mental que cuida de los veteranos que regresan de las zonas de guerra con horribles heridas y recuerdos intrusivos de sus experiencias de combate, depresión severa y estrés postraumático (14).
Es nuestro deber cuidarnos a nosotros mismos y a los demás, poner límite a nuestras horas de trabajo y variar la cantidad de casos que atendemos, equilibrar nuestra vida con tiempo para los familiares y amigos, y hacernos tiempo para la oración, la relajación y la recreación. Necesitamos un lugar para hablar sobre las cosas que escuchamos sin dejar de proteger la confidencialidad de nuestros pacientes y clientes, y sin pasarles nuestro trauma indirecto a los amigos y familiares que no están capacitados para lidiar con estos temas. Muchos de nosotros quizás elegimos recibir terapia psicológica para ayudarnos a soportar la tristeza y la pena que escuchamos día tras día. Otros nos unimos a grupos de apoyo con otros profesionales de la salud que lidian con preocupaciones similares.
En el espíritu del Dr.Viktor Frankl (15), me resulta útil ayudar a la gente –tanto a pacientes como a terapeutas– a buscar el sentido de las situaciones que la vida les presenta. El relato según San Lucas de la predicción de Simeón a María me ha dado mucho que pensar y por lo que rezar: “A ti misma una espada te atravesará el alma. Por este medio, sin embargo, saldrán a la luz los pensamientos íntimos de los hombres” (Lc 2,35). Como terapeutas, podemos buscar la ayuda de María, Madre de Jesús, al sufrir con nuestros pacientes y al cuidarlos, así como ella sufrió con su Hijo divino y lo cuidó.
PREVENCIÓN
La prevención de las complejidades del sufrimiento posaborto solo puede lograrse previniendo el aborto suministrado.
¡Es una noticia muy emocionante en la prevención primaria del aborto! Es el nuevo desarrollo de los programas de hospicio perinatal. Una ecografía de rutina programada en el segundo o tercer trimestre del embarazo es generalmente una ocasión gozosa con el padre del bebé y algunas veces otros miembros de la familia presentes. Las “fotos” del bebé se imprimen y se llevan a casa para exhibirlas orgullosamente ante los amigos y colegas. Esta ocasión feliz tan esperada puede convertirse en un desastre si la ecografía revela una condición letal en el feto, una anomalía congénita que se piensa que es incompatible con la vida. Las parejas suelen ser instadas a programar un aborto inmediatamente. Hasta hace poco, si rechazaban esta opción, debían luchar solos con sus sentimientos de tristeza, desilusión, dolor y miedo del resultado final del embarazo: ¿Será un bebé monstruoso? ¿Morirá la madre si sigue el embarazo? ¿Qué decirles a los parientes y amigos? ¿Puede haber un funeral? ¿Un entierro?
Desde 1996 se han ofrecido cuidados de hospicio a familias de niños cuya prognosis indica que morirán antes de la fecha esperada del parto. Siguiendo el modelo de cuidados de hospicio para adultos desarrollado por Dame Cecily Saunders en Inglaterra y el subsiguiente desarrollo de programas de hospicio neonatales para bebés que se espera que mueran al poco tiempo de su nacimiento, el Dr. Byron Calhoun y sus colegas desarrollaron un programa de hospicio perinatal en el que se aplica el mismo enfoque holístico para cubrir las necesidades físicas, emocionales y espirituales de las familias que tienen un hijo con una enfermedad terminal in utero. La familia tiene a disposición un equipo formado por un médico, o médicos, que ofrece los cuidados primarios, un enfermero y un trabajador social capacitado en procesos de duelo y, si la familia así lo desea, otros especialistas y proveedores de cuidados pastorales. El objetivo del programa es apoyar a la familia mientras conoce y ama a su hijo durante su corto tiempo de vida, se ocupa de los cuidados del bebé, dice adiós, organiza el funeral y llorar la pérdida a su manera (16). Un nuevo libro, “The Gift of Time” describe de manera conmovedora los cuidados de hospicio perinatales 17). Una de las coautoras es Amy Kuebelbek, cuyo relato autobiográfico de su embarazo de un niño con un diagnóstico letal, “Waiting with Gabriel” (18) tuvo muy buena acogida.
El Dr. Calhoun y sus colegas han documentado que más del 75% de las parejas a las que se les ofrecen cuidados de hospicio perinatales elige esta opción y no el aborto (19). No ha habido evidencia de morbilidad o mortalidad materna en sus estudios. Actualmente figuran 90 programas de hospicio perinatal en el sitio digital “perinatalhospice.com”, 80 en Estados Unidos y 10 en otras partes del mundo. Es alentador ver que el hospicio perinatal es ampliamente aceptado en hospitales seculares que permiten abortos así como se ofrecen cuidados de hospicio para adultos en los hospitales como alternativa a las decisiones poco éticas del final de la vida. Claramente los cuidados de hospicio perinatales han probado ser un importante elemento de disuasión en los abortos tardíos. Esto ha sido posible sin generar debates que polarizan ni confrontaciones éticas, sino más bien ofreciendo una alternativa compasiva, menos agresiva y más bondadosa a las familias en crisis después de recibir la inesperada noticia de un diagnóstico prenatal devastador.
Otro recurso para las familias que enfrentan la recomendación de un aborto tardío por un diagnóstico de anomalías fetales letales es una nueva organización llamada Prenatal Partners for Life, que cuenta con su propio sitio digital (20). Fue fundada por padres cuyo onceavo hijo no tenía esperanzas de nacer vivo pero ahora tiene 5 años, muchas discapacidades, y es el preciado tesoro de la familia. Su misión es ofrecerles a las familias que esperan o acaban de tener un hijo con necesidades especiales el apoyo, la información y el aliento que necesitan para tomar decisiones informadas en lo relativo a los cuidados de su hijo recién nacido o por nacer. Siguiendo las enseñanzas del Papa Juan Pablo II en Evangelium Vitae, sostienen: “Tenemos fe en que estos niños son regalos únicos de Dios y que tienen un propósito especial en la vida que solo ellos pueden cumplir”. El sitio digital busca unir a las familias con otras familias con diagnósticos similares y con proveedores de salud que cuidarán de estos niños respetando los deseos y valores de sus padres.
PREVENCIÓN SECUNDARIA
En medicina se usa el término “prevención secundaria” para la intervención y el tratamiento tempranos de una enfermedad con el fin de prevenir una recaída y repetición. En Estados Unidos el 47% de los abortos son abortos repetidos según el (Instituto Guttmacher). Las mujeres que no se han recuperado de la pérdida de su hijo abortado pueden sentirse entumecidas y vacías emocionalmente, y suelen quedar embarazadas una y otra vez porque buscan intimidad y amor inapropiadamente en relaciones sexuales pasajeras o porque desean reemplazar al hijo que perdieron. Un nuevo embarazo en situación de crisis sin recursos personales o comunitarios para lidiar con él puede ser incluso más abrumador que el embarazo previo debido a la culpa no resuelta, a la vergüenza, al odio a ella misma y a la sensación de que nunca será digna de ser madre.
Encontrar y tratar a las mujeres en los estadios tempranos del trauma posaborto puede ser muy eficaz para prevenir abortos repetidos. Sin embargo, estas mujeres rara vez solicitan atención médica en las semanas, meses o años después un aborto. Con la ayuda de Dios, las conferencias como ésta despertarán conciencia en el público en general y en la comunidad médica sobre la urgencia de la intervención temprana en las mujeres que han abortado.
CAMBIAR LA CULTURA
La prevención y el tratamiento del trauma y sufrimiento posaborto requerirá un importante cambio en nuestra cultura: pasar de ser una “cultura de la muerte” a ser una “cultura de la vida”, citando al Papa Juan Pablo II. Debemos educar a todos sobre la dignidad de la persona humana y el profundo misterio de la sexualidad humana, como lo dispuso nuestro Creador.
El mundo debe saber que el aborto NO es bueno para las mujeres. A medida que más mujeres tienen la valentía de contar los relatos del desastre que el aborto ha causado en sus vidas, de los problemas médicos y psicológicos que han debido tratar por su cuenta, de las millones de vidas que se pierden antes del nacimiento con las secuelas devastadoras de sufrimiento y culpa, surge mayor conciencia del horror del aborto. Un claro ejemplo es el libro “Giving Sorrow Words” [Verbalizar la pena] de una periodista australiana quien publica anónimamente los relatos de muchas mujeres que han abortado y que abrazaron la oportunidad de contar las tragedias de sus abortos y sintieron que fue muy terapéutico hacerlo, incluso anónimamente sin siquiera conocer a la autora del libro ni conocerse entre ellas (21). Más temprano hemos hablado de otros relatos personales del trauma posaborto e investigaciones publicadas en esta área. Éstas incluyen los efectos negativos del aborto en las mujeres, en los hombres, en las familias y en los proveedores del aborto.
A medida que los corazones y las mentes cambian, y los votantes comprenden la importancia de elegir legisladores, funcionarios y jueces que respeten el derecho humano más importante –el derecho a la vida– surge gradualmente una nueva cultura de la vida. Por primera vez en Estados Unidos las encuestas muestran que una pequeña mayoría de estadounidenses comprende que el aborto es la destrucción de una vida humana. Una cantidad sin precedentes de jóvenes está acudiendo a la Marcha por la Vida en Washington D.C. y a las celebraciones internacionales de la Jornada Mundial de la Juventud con el Papa. Cada vez se eligen más legisladores pro vida. Paternidad Planificada está siendo expuesta como la maquinaria asesina que es y muchos padres informados se están oponiendo a sus programas de educación sexual en algunas escuelas públicas.
Tras tantos abortos en todo el mundo, tengo la esperanza de que los mares de lágrimas de los doloridos padres, hermanos, parientes, amigos y proveedores de aborto no sean en vano. Sus lágrimas pueden ofrecer la sanación que nuestra sociedad necesita tan desesperadamente como se describe en el torrente que brota del altar del templo en Ezequiel 47:
“Esa agua corre hacia la región este y desemboca en el Mar para que sus aguas queden sanas. Todo ser viviente, todo lo que se mueva por donde pase el torrente se llenará de vida; la pesca será allí muy abundante. Bastará con que lleguen sus aguas para que haya salud y vida por donde ellas pasen. En las márgenes del torrente, desde principio a fin, crecerán toda clase de árboles frutales; su follaje no se secará, tendrán frutas en cualquier estación: producirán todos los meses… ”.
Quienes han sufrido la tragedia del aborto se están convirtiendo en los heridos sanadores de nuestra sociedad al dar testimonio de la profunda misericordia de Dios, del amor incondicional de Dios y de la dignidad de la persona humana, que ya ha nacido o que todavía no.
Notas finales:
- Angelo, Eda Joanne. “Psychiatric Sequelae of Abortion: The Many Faces of Post-Abortion Grief,” Linacre Quarterly, Vol. 59, No2, mayo de 1992.
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- Akiba, Estuku. “The Legislations of Japan, Indonesia and Sri-Lanka regarding Abortion and the Objection of Conscience toward Abortion”. Ponencia presentada en la Asamblea General de la Academia Pontificia para la Vida. Wall Street Journal. “Unusual Ceremonies Reveal Doubt in Japan Over the Use of Abortion”, 6, 1983.
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- Reclamando la paternidad: un examen multifacético del hombre que lucha con el aborto. Conferencia patrocinada por la Oficina Nacional de Reconciliación y Sanación Posaborto. San Francisco, noviembre de 2007; Chicago, septiembre de 2008.
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